miércoles, 6 de julio de 2022

CUANDO EL "OSCA" SE LIBRÓ DE SER FUSILADO, GRACIAS A LA "COJICA" DEL HOTEL TOBAZO DE CANDANCHÚ

 

Hoy sería su cumple.

Y hoy también en el el Diario del Altoaragón informan que el Bar Oscense se traspasa. George Orwells nunca pudo tomar café en las Cuatro Esquinas de Huesca, aunque sí que lo hizo su hijo en su homenaje.

El Osca y la Guerra Civil en Huesca requieren un recuerdo.

Los republicanos en el cementerio de las Martires


Creo que fue a mediados de 1937

Me lo contó con detalle pero tengo memoria de pez

Los nacionales habían tenido que traer a una bandera de la Legión y a un tambor de Regulares para intentar romper el cerco al pueblo de Puibolea (Huesca) y con ello a la ciudad de Huesca. Las Brigadas Internacionales se habían hecho fuertes desde lo alto de los pinares de Lierta. Entre ellos estaba la conocida Brigada Garibaldi de los italianos que lucharon a favor de la republica. También estaban los brigadistas polacos. 

 

Aún hay una pintada visible en la fachada de la ermita de Loreto, en Huesca, donde por cierto nació el fato más famoso, San Lorenzo - aquel santo al que los romanos quemaron en una parrilla y antes de morir, Lorenzo le dijo al romano que le custodiaba junto al fuego, "romano dame la vuelta que por este lado ya estoy tostado", tirando del sempiterno espiritu fato-. Cuando visiteis la ermita de Loreto mirar de frente a la fachada, en su lado más hacia el sur vereis un repintado blanco, acercaros y vereis que pone "Errico Malatesta", Brigada Garibaldi. Han intentado tapar muchas veces esa pintada pero por arte de magia al poco vuelve a leerse. Alguien tendría que declarar a esa pintada patrimonio inmaterial de la barbarie.

Desde el año 37 está esa pintada. Cada cierto tiempo la intentan ocultar con pintura blanca encima, y siempre vuelve a poder leerse, es el espiritu italiano en Huesca


Hubo testigos directos muy especiales en esos combates, especialmente Georges Orwell y Robert Capa - el fotografo-.

En Youtube hay vídeos de esa batalla en el carrascal de Chimillas y Lierta. Las fuerzas profesionales arrasaron a las voluntariosas pero aficionadas fuerzas republicanas. Se rompió el cerco.

Cuando yo era secretario de Chimillas, recuerdo que el antiguo juez de paz, Aurelio (que se lo llevó recientemente el covid, r.i.p.) me contaba que él era crio cuando los ataques a Chimillas y Alerre por los de Garibaldi y que les fue mal a los espaguetis. El campo de trigo que hay yendo de Chimillas a Banastas, al lado derecho de la carretera, estuvo bastantes días sembrado de cadáveres. No hubo manera de poder atender heridos y recoger fallecidos.

Una vez que los nacionales empujaron a los internacionales hacia las trincheras de Quicena (donde hirieron en el cuello a Goerges Orwells) la Compañia Telefónica del bando nacional envío a operarios suyos a reponer todas las líneas dañadas. Ahí acertaron los nacionales al buscar la normalidad económica.

Como no había hospedaje por la zona, la Compañía Telefónica por un módico precio conseguía que sus  operarios comieran  y durmieran en las casas de un pueblo de la zona -no digo cual para evitar susceptibilidades de sus gentes-. Teodoro se quedó con otro en casa pudiente. Buena cena como es costumbre por la zona de Bolea. Y vino con alta graduación. Después de días de bombardeos el señor Matías, que era así como se llamaba el dueño, le apetecía pasar una velada de conversación con los telefonistas frente al fuego. El señor Matías se ausentó un momento para salir al corral a mear que el vino de Bolea o lo meas o te tumba. En esas Teodoro y el otro telefonista comentaron lo guapas que eran las enfermeras polacas que habían hecho presas los nacionales. Teodoro comentó que por ver hembras asi era capaz de pasarse al bando rojo.

El Teodoro notó que el alcohol le hacía hablar balbuceando y tomó la misma decisión que el señor Matías, salió al corral a mear. Al entrar en plan de broma y con una sonrisa pícara, Teodoro le dijo a su compañero, ¡pues como te iba diciendo, sí, igual me paso con los rojos que las niñas esas estan muy buenas!

Me contó Teodoro esto y no mentía, porque no sabía mentir.

Serían sobre las seis de la mañana. Golpes fuertes en la puerta despertaron a todos los que dormían en casa Matías, salvo al propio Matias que ya llevaba un rato levantado y vestido de forma sospechosa. Era una pareja de la Guardia Civil. Venían del Cuartel de Ayerbe porque el paso hacia Huesca estaba peligroso. Se cuadraron al ver al señor Matías con el saludo ¡a sus ordenes señor alcalde!. Matias era el alcalde del pueblo. Habia avisado por teléfono a la Guardia Civil que uno de los telefonistas que dormían en su casa quería pasarse a los rojos.

Los picoletos ataron con una cuerda las manos del Teodoro y a empujones se lo llevaron al camión militar que esperaba en la puerta con otros desgraciados detenidos.

Los llevaron a Jaca. El Juzgado militar al que pertenecía entonces Ayerbe era el de Jaca.

Metieron a Teodoro en los calabozos de la Ciudadela de Jaca que ya conocía porque de crío se coló allí más de una vez, cuando bajaba a Jaca escapándose de Bergosa, podía dormir en los calabozos porque no los vigilaban y tenían las ventanas rotas por donde cabía un chaval.

Le tomaron una previa declaración. Teodoro no era de suyo muy templado ni recio en sus convicciones. La vida le había enseñado que lo importante era sobrevivir. No durmió en toda la noche.

Temprano abrieron la puerta de su celda y dos soldados armados le conminaron a que los acompañara pues el capitán quería hablar con él.

Entró en un despacho lleno de fotos militares y un cuadro del que luego sería el Generalisimo. Alli estuvieron esperando los tres. Al poco entró un capitán cuya cara le sonaba al Teodoro. Los soldados se cuadraron ante el mando.

-¿tu eres el que ha estado toda la noche cantando "la jota de la Dolores"? - Le preguntó el capitán a un Teodoro muy asustado-.

- ¡si mi capitan no me sabía otra canción y estaba muy nervioso!- Contestó el Teodoro- ¡espero no haber molestado mucho!

- ¡pues como jotero no te ganarías la vida!. ¿Tu eres Teodoro el telefonista que hace unos años instalaste la línea telefónica en Candanchú? - Le preguntó el capitán.

- Si mi capitán ¿como lo sabe?

- ¿No te acuerdas de mi? - le replicó el capitán.

- Ya me perdonará pero soy malo para la fisonomía, su cara me suena pero no sé de que, y su voz también me resulta familiar.

 

Teodoro y sus compañeros telefonistas, poco antes de la Guerra instalaron las líneas telefónicas en la estación de esqui de Candanchú, pues ya se había construido algún que otro hotel, entre ellos creo que “El Tobazo”, y necesitaban líneas propias para no tener que usar las del cuartel militar.

Teodoro y los demás operarios de Telefónica se hospedaron en un hotel donde hacía de telefonista una joven que era muy guapa pero era también muy coja de una pierna. Ella era novia de un teniente de infanteria que a veces venía a buscarla para pasear con ella por la carretera que sube de Candanchú a la frontera. No paseaban por la zona de los hoteles porque a veces algún desgraciado gritaba ¡eso es un paseo militar como Dios manda y no lo que hacen los de infantería!, burlándose de la coja. Los telefonistas despues de cenar y con más copas de vino de las prudentes se le reían a la tefonista “¡pues si un militar tan fornido va con una cojica como tú algo buscará el gachó!.

El Teodoro sin embargo siempre se identificó con los marginales -dicho no obstante con reparo, pues ser mujer, coja y telefonista no es de suyo marginal, aunque allí en un valle perdido del Pirineo, rodeada de hombres con manos de currante, coja y bastante guapa sí que era causa de marginalidad- . El Teodoro se hizo amigo de la cojica del militar, pero de los amigos de verdad, de esos que no buscan beneficio con la amistad, sino que la regalan como el oxigeno nos regala la vida.

Ese capitán que lo estaba interrogando en un despacho dentro de la Ciudadela de Jaca, casualidades de la vida, era el teniente de la cojica del Hotel Tobado de Candanchú.

El capitán tiró de influencias en la capital. Buscó testigos en Huesca que dieran buen testimonio de Teodoro al que conocían como “El Osca”. El párroco de las Teresitas en la plaza de Navarra era medio familiar del Teodoro y dió la cara por él. No lo fusilaron como a parte de los desarrapados que subieron en el camión desde la zona de Bolea. A cambio obligaron a la Telefónica a enviarlo lejos del frente para evitar que se pasara a ver a las guapas enfermeras polacas.

Lo enviaron a Soria. En el Burgo de Osma conoció a la hija menor de los Tarrines, la Eulalia.

Teodoro sobrevivió a muchas cosas.. salvo a su misma esencia.

Hoy sería el cumple del Teodoro. Mi padre y el de diez currelas más.

Nunca supimos como se llamaba ni el capitan ni su cojica telefonera.

¡Gloria a los sinceros porque de ellos será el reino de la nada!


Había que subir por Candamchu. Yo debo mi existencia a que en este hotel antes de la Guerra hubo una telefonista coja, "La Cojica del Hotel Tobazo de Candanchu" Gloria a los limpios de corazón. Y en este Hotel trabajaron tres de mis cinco hermanos varones.



2 comentarios:

  1. Hola Sebastián
    Celebro que te hayas animado a seguir con tus historias.
    Muy interesante las del Osca.
    Muchas gracias.
    Un saludo.

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    1. Gracias Carlos... el Osca tiene una vida de novela... aunque en aquellos años hubo muchos como él....

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