Esto es parte de una jota que el Diario del Altoaragón del día 10 de agosto de 2017 (día de San Lorenzo) incluyó en su página 87, por eso lo escribo en verde, como la pañoleta laurentina, que Cuqui llevaba casi siempre colgada al cuello aunque fuera Navidad.
El mundo de los sin techo es amplio. Están los vagabundos que son aquellos que vagan por el mundo como su nombre parece indicar, y dentro de ellos están los carrilanos que son los que van de una poblacion a otra andando por el carril de las carreteras. Luego tenemos a los mendigos que establecen como oficio principal el pedir por las calles. Y por último están los indigentes que son aquellos que padecen una situación de abandono y falta absoluta de medios. Dentro de estos están los que duermen por los cajeros automáticos (en Huesca actualmente tenemos alguno incluso en pleno confinamiento por la pandemia) y luego están los "chupanos" que son los que encuentran algún chamizo normalmente a las afueras de los cascos urbanos, que usan para dormir, y suelen buscarse la vida sin mendigar ni robar salvo que no les quede otro remedio". Y mas recientemente está el submundo de los inmigrantes sin techo que ese es mas complejo. Pero todos ellos están en nuestras ciudades, forman parte del paisaje urbano y son personas. Repito "son personas". Samba y el Cuqui fueron dos personas especiales, y no me equivoco cuando digo "dos"
A mi los blogs siempre me ha gustado leerlos escuchando alguna canción alusiva. Yo recomiendo " "Le Meteke" de Georges Moustaki
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Salvador y su perro Cuqui esperando "nada" ¿o todo? |
Hoy me toca recordar a "EL SAMBA Y SU PERRO CUQUI"
Recuerdo como si fuera ayer mismo que íbamos andando por la Plaza de la Moneda en dirección hacia la Plaza "del mercao" que se adelantaba por allí más que si ibas por el Coso, entonces se escuchó por detrás nuestro el ruido de un carrico con ruedas poco engrasadas. Alguien dijo ¡hostias si es Samba el del Carrico y su perro Cuqui; vamos a cabrearlo y nos echamos a correr! Yo no sabía de que iba la historia pero alguien le gritó ¡Samba que vendes caramelos chupaos! Soltó el carro de golpe y empezó a correr en nuestra dirección. Me fijé entonces que lo de correr no era lo suyo porque cojeaba mucho de una pierna, pero me entró el canguelo al verle la cara de odio que ponía y los brazos tan musculados que se gastaba. Pero nosotros estabamos muy en forma -lo de coger prestadas peras por los huertos del Isuela es lo que tiene-. Ni siquiera su perro Cuqui que también nos perseguía, pudo alcanzarnos.
Una vez que recobramos el resuello de la carrera alguien contó de que iba la cosa. Samba, Sambaor o simplemente Salvador el del Carrico, hasta hacía pocos años se malganaba la vida vendiendo chucherias en el Carrico que colocaba junto al Colegio San Viator, similar al de la plaza del Principal. Sus clientes más habituales eran las chicas y chicos de los colegios de la Normal, Santa Ana y Salesianos. Pero parece ser que algún comerciante de la zona al que no le hacía gracia la presencia de Salvador y su Carrico, hizo correr el bulo de que los caramelos que vendía los chupaba antes y los volvía a envolver. Eso llevó a la ruina su negocio con los consiguientes pingües beneficios que obtenía y que le daban lo suficiente para pagar al Ayuntamiento la tasa por ocupación de via pública, y para algún que otro vaso de vino; el negocio no era tampoco lo suyo. Dormía en una caseta del extrarradio detrás del actual Club de Tenis y comía en el "Calderón" (el comedor del Auxilio Social al que denominaban Calderón porque cocinaban en un caldero grande).
Pero cuando entablé cierta relación -casi amistad- con Samba fue en el Club de Tenis de aqui de Huesca, el año en el que se inauguró la parte nueva, es decir el verano de 1980. No es que Samba ni el mendas fueramos socios del Club, yo trabajaba de ayudante de cocina cuando el cocinero Antonio Arazo tuvo que marchar a otra ciudad y su puesto fue ocupado por José el segundo cocinero y a mi me ascendieron de camarero de barra a ayudante de cocina versus camarero de barra. Samba seguía viviendo en la caseta que hay en el campo detrás del Club de Tenis, y pasaba todos los días por la puerta trasera -la de servicio-. Un día mi hermano Teo salió a saludarle porque a Samba los chavales de la postguerra en el fondo le apreciaban, les vendía a buen precio cigarros sueltos sin pedir el DNI -fundamentalmente porque Samba no sabía que era eso, y de saberlo se la traía al pairo el mundo y sus reglas- . Después de varios intentos el Samba reconoció a mi hermano ¡Oztia e mayó de los hijos del Osca! (Samba tenía cierto problema al hablar que se le acusaba mucho cuando iba con vino tinto en las venas, lo que era frecuente).
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Foto que ganó un premio y estuvo varios años colgada en la pared del Penny |
A partir de ese día se produjo una simbiosis entre el ex empresario del Carrico y su antiguo cliente "El Teo" - Todoro para el Samba-. Alguna tarde aparecía por la zona y a cambio de ordenar los cascos vacíos de las botellas en sus cajas, le dabamos de comer lo que había sobrado del menú, y en ocasiones algo más... se le mimaba y todos le tratabamos con cariño. Algún día sin embargo aparecía por el camino haciendo eses y bastante bebido. Nadie le decía nada, ni siquiera si se caía por efecto del alcohol. Su perro Cuqui que de normal se dejaba acariciar y nos conocía a todos, cuando Samba iba bebido lo protegía como un guardaespaldas. Si Samba caía Cuqui vigilaba. Samba se levantaba. La supervivencia enseña a levantarse rápido después de cada caída. Siempre se levantaba. Yo creo que incluso el día que se murió lo hizo de pie. Pero cuando mi hermano Teo veía que era muy repetido lo de volver borracho, le esperaba a la hora que acostumbraba a pasar, y con una manguera de agua le pegaba un buen remojón, lo que conllevaba maldiciones de Samba contra el de arriba y el de abajo, pero nunca levantó una mano contra "Todoro". Se marchaba a su chamizo y después de un sueño reparador volvía a ordenar las cajas de botellas y se comía un par de platos de comida hasta arriba como si no hubiera un mañana.
Samba nos ponía motes a todos porque así era mas fácil recordar como nos llamábamos cada uno. A mí me llamaba "Cubano" porque a Samba le gustaba mucho el arroz con tomate y un día le di el plato de arroz con tomate, huevo y un plátano frito. Le hizo gracia aquello y más cuando le expliqué que eso era arroz a la cubana.
En su circulo social tenía pocos amigos con los que conversar y por eso alguna tarde que no había mucho jaleo ni en el restaurante ni en la barra del bar, entablábamos conversación con Samba que nos contaba sus cosas, lógicamente previo carajillo de coñac "Soberano" que por aquello de sorprenderle en ocasiones se lo dábamos quemando el alcohol y saliendo llamas del vaso que le hacía mucha gracia (así conseguiamos que no fuera con exceso de alcohol en vena y además que estuviera mas comunicativo).
DE CUANDO A SAMBA LE DETUVO LA "SECLETA PODO DA FADMACIA DEL COSO"
Recuerdo una de las anécdotas que nos contó. Debió ocurrir poco despues de la Guerra Civil. Samba se dedicaba a lo que podía y los comerciantes le daban algunas monedas si les hacía algún pequeño trabajo, como barrer las aceras, limpiar cristales.
Se me ocurrió preguntarle a Samba si alguna vez había tenido problemas con la policía y dijo que si, "una vez viniedon dos sequetas al chamizo y me pusiedon las esposas y se me llevadon al calabozo; estuve una noche hasta que me llevadon al dia siguiente ante el juez".
Parece ser que los curas de la Iglesia de la Compañía se habían quejado ante la policía por la ofensa a los sentimientos religiosos con el cartel de la farmacia. Fue el escandalo del año en esta ciudad dormida. Los rojos habían vuelto con ofensas al clero y a los feligreses. Y el siguiente paso sería volver a quemar iglesias y a pedir aumento de sueldo (que no se sabía qué era mas peligroso)
Una vez ante el juez se deshizo el entuerto y se aclaró el asunto. Resultó que el de la Farmacia Mingarro le había encargado a Samba que le limpiara el cartel exterior de la farmacia. El cartel se componía de letras que se podían destornillar una por una. Samba subido a una escalera destornilló las letras, las limpió de polvo para que la luz del fluorescente interior se viera mejor, y volvió a colocar las letras en su sitio. Pero no se sabe si fue el propio Samba o algun cliente gracioso de alguno de los bares de la zona que le quiso gastar una broma pero al final hubo un baile de las dos últimas letras vocales del rótuto, y como Samba no sabía leer ni escribir no se dió cuenta. Había cambiado la "a" por la "o". Imaginaros el escándalo a la salida de misa de las doce con las feligresas de las fuerzas vivas de la Huesca de posguerra equipadas de misales y toquillas. No daban crédito. El cartel que había enfrente ponía "Farmacia Mingorra" (para los que no sean de Aragón, aqui mingorra es una forma vulgar de llamar al aparato viril del hombre adulto, y minima al del niño varón).
Todo quedó en una denuncia al dueño de la Farmacia y una noche de Samba en "e calabozo", donde por cierto decía que se come bien y se duerme caliente. La veracidad de esta historia me fue ratificada por gente conocida y algún municipal de los más veteranos amigo y compañero mio.
DEL INCIDENTE DE SAMBA DURANTE LA GUERRA CIVIL
Cuando Samba fue cogiendo más confianza, nos fue contando su vida y andanzas, aunque solía ser discreto en algunas cosas. Nació en un pueblo cerca de Pamplona. El parto no fue bien y al parecer sufrió problemas que le dejaron secuelas fisicas e intelectuales de por vida. Aunque tenía familia se crió en el hospicio de Pamplona. La Guerra Civil le sorprendió allí en Pamplona. Samba habia aprendido a sobrevivir. De lo poco que entendía que estaba sucediendo en España consideró más seguro irse a la zona roja, pues en alguna ocasión los curas se habían quejado porque Samba juraba mucho y hacía sus necesidades detrás de una de las iglesias del centro de Pamplona. Se coló en el tren que iba a Zaragoza y luego hasta Huesca porque había escuchado que los rojos estaban a punto de tomar la ciudad. Al final no pudo pasar a las líneas rojas porque el ejercito nacional lo enroló aqui en Huesca para tareas auxiliares.
Eso y otras cosas nos contó de su vida. Una tarde apareció en la cocina del Club de Tenis con una sonrisa de oreja a oreja. Nos costó bastante sacarle la causa de la sonrisa, pero un par de vasos de vino palmeros hicieron su labor.
- ¿Cubano a que no sabes a quien he visto? Me dijo. Lógicamente yo no conocía a sus pocos amigos y le contesté como procedía, que no lo sabía.
- ¡Pues al Nemesio!
- Samba ¿y quien es el Nemesio? le pregunté yo.
- Pos un amigo de a gueda. Le visto en e mecado. Y ya le he dicho ¡Nemesio aún ma acuedo de cuando matamos a capitán! Y se ha enfadao el jodío, ma dicho que me callada que aun podían jodednos pod eso.
- ¿Que dices Samba que mataste a un capitán?
- Pos si. Eda un cabón, y se lo medecía.
Samba nos contó que en la Guerra Civil le habían destinado a ayudar al que llevaba el carro tirado por mulas donde se cargaban los ataudes de los soldados fallecidos y los llevaban hasta el cementerio -el de la carretera de Zaragoza, osea el actual, que el del Cerro de las Mártires se llenó rápido con los fusilados, por eso la gente del tercer bando comenzó a llamar a ese cerro el de los Mártires en masculino, sin que ni la autoridad gubernativa ni la militar cayeran en la cuenta del cambio de género en la denominación-. Parece ser que el capitán tenía ojeriza a Samba y a su compañero Nemesio y los puteaba continuamente. Les ordenaba llevar los ataudes poco antes de empezar a repartir el rancho y en alguna ocasión se quedaron sin comer. Samba no servía para estar en las trincheras que rodeaban la ciudad de Huesca, pero sí que tenía brazos fuertes, por lo que era obvio que cargar y descargar ataudes con su respectivo muerto dentro no tenía muchas complicaciones, siempre que le acompañara alguien como el tal Nemesio.
Un día la cosa llegó a mayores -he intentado encontrar algo de información en los medios escritos que se publicaron esas fechas en territorio nacional pero no he encontrado nada, aunque la censura militar supongo que tampoco hubiera permitido su publicación; pero me consta que era cierto-.
Voy a intentar trasmitiros el asunto tal y como nos lo contó Salvador. No tomeis su dificultad en el hablar que aquí transcribo como una burla a Samba, sino todo lo contrario, demostraba que aún con sus grandes limitaciones los complejos no iban con él, los supervivientes con complejos no sobreviven.
- ¿Pero entonces Samba que leches pasó con el capitán, el Nemesio y tú para que terminara la cosa tan mal? - Le dije yo
- Pos un dia cuando ya estabamos entando en el comedor con el Nemesio, y que olía a buena comida, nos vió el cabón del capitán y solo po jodenos nos dijo que fuedamos al Hospital Povincial y cogiedamos un mueto que había que llevadlo udgente a cementedio. Menudo cadbleo llevaba el Nemesio. Fuimos al tote con las mulas que estaban fescas. Pasamos pod todo el Coso aunque nos lo tenían pohibido. Llegamos dapido a cementedio donde nos espedaban los entedadodes. Pedo al baja del caddo "el muedto habia desapadecido". Menuda bonca nos echadon los entedadores ¿que coj... habeis hecho con el muedto? nos dijedon. Al momento apadeció en el cementedio el coche de la Policia Militá pada decidnos que al pasad por el paso a nivel con el carro a tanta velocida, el ataud había pegado un bote y estaba en medio de la calle, el ataud pod un lado y el muedto pod oto lado. Una vez que cogimos al muedto y lo llevamos a cementedio nos metiedon en el calabozo sin comer y casi sin cena.. Quince dias de calabozo y una hostia del capitán a cada uno. Cuando salimos del calabozo nos adestadon a cocinas a fegá cazuelas. Pedo una noche nos mandaron a llevá la cena al capitán questaba de guadia. El Nemesio que acababa de echad veneno matadatas por el almacén de la cocina, le echó un puñado de polvos de matadatas a la cena del capitán.
- ¿Pero Salvador el capitán no se dió cuenta del sabor del matarratas? le pregunté
- No podque el rancho sabía peor que el matadatas, y además el capitán iba bodacho aunque estuvieda de guadia. ¡Como gitaba el cabón!. Padecía un cochino cuando o despellejan. Se detocía mas que las datas al comer el matadatas. Toda a noche estuvo asi hasta que se lo llevadon al hospital. A la mañana nos dijedon que había mueto.
- ¿Y no os pasó nada a vosotros?
- Que vá, a debes, el cocinedo que padece que nos había visto nos invitó a una copa de anís del bueno.Y desde entonces el Nemesio y el Samba edan gente despetada en el cuatel
Esto es lo que me contó. No sé si fue o no verdad. Pero Samba era muy primario, y no tenía capacidad imaginativa ni sabía mentir.
LA DECEPCIONANTE VIDA AMOROSA DEL SAMBA
No fue una conversación sacada por nosotros, ya que hubiera sido una falta de respeto hacia una persona con sus caracteristicas. Fue él mismo quien lo contó. Habían traído "La Nueva España" que incluía una revista. El Samba vió en la portada de la revista a una señora en bikini y dijo ¡está mejó que mi gallega!
Tiempo faltó a la peña cocinera para entrar al interrogatorio, y nos contó que su gallega había sido una mendiga como él, pero sin dientes, que apareció por Huesca después de la Guerra y que como no tenía donde dormir el Samba le dejó estar en su caseta. Al parecer formaron pareja, aunque sobre eso procuramos no preguntar más porque eso es cosa de cada cual.
Sobre otras cuestiones menos íntimas sí que le preguntamos, siempre y cuando podamos considerar que tuviera algo de intimidad una pareja de mendigos viviendo en una caseta sin puerta -pues la usaron una vez para encender el fuego y así sin puerta el humo podía salir fuera-.
- ¿Y que pasó con la gallega Samba que nosotros nunca te hemos visto por Huesca del brazo de una señora? le dije.
- Pos que mudió y el Olegadio también
- ¿Quien era el tal Olegario? insistí
- Un cabón que venía a coge chatadda conmigo pedo que se lió con mi gallega y me despachadon da caseta. Ya les dije que a caseta eda mia, pedo no me hiciedon caso.
- ¿y como murieron la gallega y el Olegario?
- Yo no sé nada. Yo no fuí....
Ahí dejó la conversación y se puso muy serio. Cuando yo ya dejé de trabajar en el Club de Tenís porque me llamó el ejercito para cumplir el servicio militar, en una borrachera el Samba confesó a los cocineros como murieron la gallega y el Olegario, al parecer en un arrebato de celos una noche que iba muy borracho roció la caseta con gasolina y le pegó fuego..... No sé si fue o no cierto, pero un "madero" conocido mío me dijo que algo le sonaba de un par de mendigos abrasados en esa zona.
No pude continuar más las conversaciones con Samba porque el Tio Sam a la española (es decir el Tio San Miguel, el de la cerveza o lo que es lo mismo el ejercito de la transición) necesitaba que aqui el mendas dedicara todo un año y medio de su juventud para perder el tiempo. Si que es cierto que tiempos después una vez me crucé con Samba y Cuqui por el Coso Alto y como Cuqui se me acercó porque me reconoció, el Samba me dijo que me parecía al Cubano del arroz, y le dije que era yo pero no se lo creía porque el cubano no llevaba bigote. Me dejé el bigote unos meses pero me lo quité, si Samba no me reconocía las mozas casaderas tampoco.
SU FINAL EN LA VIDA
Con el tiempo una trabajadora social del Ayuntamiento de Huesca me informó que los últimos años del Samba se los pegó en la Residencia de Ancianos Sagrada Familia, y que se había quedado ciego. De Cuqui solo se sabía que estuvo vagando por la zona de la residencia un tiempo pero se cansó de tanta pedrada de la gente. Yo alguna vez recientemente pasando por el camino que hay detrás del Club de Tenis he creído ver al Cuqui, aunque tan viejos no se hacen los perros, pero Cuqui no era un perro era un ser especial que creo que ni nacen ni mueren, buscan a un necesitado para cuidarlo.
Una vez terminado todo este rollo -dándoos las gracias a los que hayais tenido los arrestos de leer hasta aquí- me informa mi amigo Paquito "el de la Murciana" (con el que compartí jornadas de trabajo y algunas risas detrás de la barra del Bar Rugaca, y a quien tengo el honor de haber enseñado a hacer la cuña esquiando en Formigal) que El Samba aún protagonizó otra anécdota al final de sus días. Le operaron del estómago en el Hospital Provincial y a media noche, aunque estaba casi ciego, cuando las enfermeras se encontraban semidormidas, se quitó el gotero, bajó a las cocinas y sació el hambre de toda su vida, por si esa era su última cena, la última cena de Salvador el del Carrico, y además se guardó los restos debajo del camisón para darselos al Cuqui cuando apareciera, porque siempre creyó que el Cuqui se había perdido. Al día siguiente corriendo a operarle del estómago otra vez. El Samba era un genio sí señor. A cualquiera de nosotros nos operan del estómago y en lo último que pensamos es en comer. A Paquito "el de la Murciana" le informó de estos hechos uno de los enfermeros del Hospital que fue testigo directo del hambre del Samba, y a quien Paquito enseñó a su vez a hacer la cuña esquiando en Formigal.
- a los que tienen de todo porque suerte tienen, y a los que no tienen de nada para que la suerte les sea propicia- ¡ESPARTACO SOY YO Y TU TAMBIÉN!
Ha sido un placer encontrar este escrito. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMuchas gracias Lola. Y lo contado es totalmente cierto
EliminarMe ha encantado y me ha hecho esbozar más de una sonrisa. Recordar aquellos personajes de ahora ya mi infancia o de aquellos que aludían mis padres de la suya.
ResponderEliminarHa sido un placer re-descubrirte amigo Sebastián, en esta tu faceta narrativa.
Espero continúes recordando a estas personas (si, personas) que han enriquecido nuestra Huesqueta y no te quedes solo en Plumacoja y Salvador el del carrico.
El "computerizado comarcal" ;)
Gracias. Lo intentare. Un saludo comarcalizado e informatizado
EliminarMuy ameno lo que cuentas
ResponderEliminarmuchas gracias... he disfrutado recordando a Samba el del Carrico
EliminarIntrahistoria, bien traído y bien contado y se lee con una sonrisa, gracias Sebastián
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